dilluns, 28 de març del 2011

En su coraje, pero también, en su obstinación

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Los dos jóvenes miraron hacia atrás desde la primera colina que alcanzaron en su huida, y contemplaron los campos cubiertos de compañeros fugitivos y de dragones que les daban caza; y los salvajes gritos que proferían los perseguidores, mientras acababan cruelmente con las vidas de los presbiterianos que lograban capturar, se mezclaban con los lamentos y alaridos de sus víctimas, elevándose discordantes sobre la colina.


- Es imposible que rehagan sus fuerzas -exclamó Morton.


- Eso es más que evidente –replicó Cuddie-. ¡Dios! ¡Cómo brillan sus espadas! La guerra es algo terrible... Tendrían que engañarme para hacerme volver a ella. Pero, por el amor de Dios, señor, busquemos un lugar seguro.

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