dimarts, 1 de novembre del 2011

Yo supongo que los abogados también fueron niños

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Cuando nos regaló los rifles de aire comprimido, Atticus no quiso enseñarnos a disparar. El tío Jack nos instruyó en los rudimentos de tal deporte, y nos dijo que a nuestro padre no le interesaban las armas. Y Atticus le dijo un día a Jem:
-Preferiría que disparaseis contra los botes vacíos en el patio trasero, pero sé que perseguiréis a los pájaros. Matad todos los arrendajos azules que queráis, si podéis darles, pero recordad que matar un ruiseñor es pecado.
Aquélla fue la única vez que le oí decir que esta o aquella acción fuese pecado, y pregunté a la señorita Maudie al respecto.
-Tu padre tiene razón -me respondió-. Los ruiseñores sólo se dedican a cantar para alegrarnos. No estropean los frutos de los huertos, no anidan en los arcones del maíz, no hacen nada más que derramar su corazón, cantando para nuestro deleite. Por eso es pecado matar un ruiseñor.

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