divendres, 23 de setembre del 2011

Aunque parezca increíble, sucede

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No hacía más de una semana que el curso había comenzado y ese día la clase terminó antes de hora. Sentada en un banco de la estación esperaba, bajo aquel soleado día de otoño, la llegada del tren para volver a casa. Lo hizo con algo de retraso y aunque era hora punta, no tuve dificultad para encontrar un asiento libre y continuar con mi lectura. Distraída con la historia, fue el sonido de las puertas al cerrarse lo que me indicó que habíamos dejado atrás la estación de Sants. Intenté sumergirme nuevamente en la novela, pero me resultó imposible. Había tenido, repentinamente, una idea. Así que al anunciarse la siguiente parada cerré el libro, cogí a prisa mis cosas y me apeé en aquella estación. Tomé de entre todas, la salida dirección a Ronda Universitat y me encontré rápidamente envuelta en ese trajín de gentes tan característico de las grandes ciudades. Escogí entonces una calle al azar, la Rambla de Catalunya. Tan pendiente estaba del semáforo que había empezado a parpadear, que no me di cuenta de que él estaba allí, parado desde hacía rato, en aquella acera hacia la que yo me dirigía. Le vi cuando al pasar por su lado, me dijo: "Perdona. ¿Podrías ayudarme?". Mostrándome seguidamente un programa de actividades y señalándome una de ellas, Fira de vins al Moll de la Fusta,  marcada con un círculo.

No hablaba mucho, así que intuí que se trataría de algún extranjero, sin mucho conocimiento de la lengua, haciendo turismo por la ciudad, y no me equivoqué. Era un muchacho alemán, algo perdidillo, que iba a quedarse unos días en Barcelona. Insistió en que no quería hacerme perder el tiempo y le sorprendió que me ofreciese para guiarle. Me agredeció aquel detalle con una fantástica sonrisa. Bajamos por Las Ramblas hasta Colón y una vez allí, le invité a tomar unas cervezas en uno de los rincones más hermosos de la Ciudad Condal. Cuando nos dimos cuenta, el sol había desaparecido por completo. 

Permanecimos en silencio durante un rato. Ambos contemplábamos los barcos amarrados en el muelle y la belleza de la ciudad, ahora iluminada. Y de repente, casi en un susurro, me dijo:

- Thanks.
- Why?. -Pregunté curiosa.
- Because my day changed when I met you.
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MI IDEA: COMPROBAR CÓMO UNA INESPERADA DECISIÓN MÍA, PODÍA INFLUIR EN OTRA PERSONA.

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