dijous, 1 de març del 2012

He tropezado con un hombre que lleva un músico dentro

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Y es que en una ejecución sinfónica, el elemento espectacular tiene una indudable importancia. No es lo mismo adivinar que se aproxima un fortissimo, a ver cómo se le prepara, cómo los metales se inquietan en sus altos sitiales, cómo se va creando la tensión necesaria para lograr un máximo rendimiento instrumental. Entre el espectador y los ejecutantes se establece una suerte de compenetración emotiva; el oyente se deja arrastrar por la progresión de un crescendo, al ver -además de escucharlo- cómo los segundos violines se van sumando a los primeros; cómo atacan las maderas; cómo entran los cobres, sobre un trueno de percusión. El melómano sentando en el patio de butacas "siente", con el intérprete, los momentos de descanso o de violencia, las fluctuaciones de intensidad, de una ejecución transcendental... Y se crea esa atmósfera de emoción colectiva, de expectación, de júbilo compartido, que constituye el supremo logro de toda manifestación artística destinada a las vastas audiencias. Una ejecución perfecta de la Novena sinfonía tiene la misma virtud de suscitar la "catarsis" en nuestros días, que la gran tragedia griega en tiempos de Aristóteles.
Por ello, el espectáculo de la orquestra obedeciendo a los gestos de su director -o "conductor", como dicen los norteamericanos- es una necesidad a la que se vuelve, después de cortos intentos de eliminación.
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El Nacional, Caracas, 12 de agosto de 1954.

3 COMENTARIS:

Melomaníaco ha dit...

Gracias a ti he tropezado con algo muy bueno desde ayer... ya que se crea la atmósfera de expectación, de júbilo compartido... Buscaremos al músico que llevamos dentro.

Miss L Viajera ha dit...

Descubriremos que el júbilo compartido, enriquece la vida.

Ha sido un placer, llevarte a él.

Melomaníaco ha dit...

El placer es mío... gracias

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