dissabte, 29 d’octubre del 2011

Madame Bovary c'est moi

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Le parecía tan virtuosa e inaccesible que toda esperanza, hasta la más remota, le abandonó. Pero esta renuncia no hizo otra cosa que favorecer sus sentimientos. Desprendióse para él de sus carnales atractivos, que no había de alcanzar, y se aposentó en su corazón, elevándose hasta el máximo en una magnífica idealidad en la forma de una apoteosis que se encumbra hasta los reinos del éxtasis. Se trataba de uno de esos sentimientos puros que no se oponen al goce de la existencia, que se cultivan por su misma exquisitez, y cuya pérdida aflige más de lo que alegra su posesión.

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