dissabte, 20 d’agost del 2011

¡Toda mi vida estaba en juego!

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¡Tengo un presentimiento, no puedo equivocarme!. Dispongo de quince luises, y otras veces he empezado con quince florines. Bastaría ser cauteloso... Pero, ¿Soy acaso un niño pequeño?. ¿No me doy cuenta, acaso, de que soy un hombre perdido?. ¡Pero por qué no voy a poder resucitar!. ¡Sí!. Bastaría con ser una sola vez en la vida calculador y paciente, bastaría con ser perseverante una sola vez, ¡Y en una hora podría cambiar mi destino!. Lo esencial es el carácter. No tengo más que acordarme de lo qué ocurrió hace siete meses en Ruletenburgo, antes de arruinarme definitivamente. ¡Fue un caso excepcional de resolución!. Había perdido todo, todo... Salí del casino, miré: en el bolsillo del chaleco había un florín. “Tendré con qué comer”, pensé, mas apenas hube dado cien pasos, cambié de idea y regresé a la sala de juego. Puse aquel florín à manque (Esta vez fue manque), y puedo jurar que se experimenta una sensación particular cuando uno que está solo, en un país extranjero, lejos de la patria, de los amigos, no sabiendo si va a comer aquel día, arriesga su último florín, ¡El ultimo!. Y... gané, y a los veinte minutos salía del casino con ciento setenta florines en el bolsillo. ¡Es un hecho!. He aquí lo que a veces puede significar una última moneda. ¿Y si me hubiera amilanado y no hubiera tenido valor de decidirme?.
¡Mañana, mañana todo habrá terminado!.

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